sábado, 12 de mayo de 2012

Diario de Ismael Da Silva (comienzo)


Para un perseguido, para usted, sólo hay un lugar en el mundo, pero en ese lugar no se vive. Es una isla.
                                                                                   La invención de Morel
                                                                                     Adolfo Bioy Casares


Ninguno de nuestros sueños, ni la más tenebrosa de nuestras pesadillas, es superior a la suma total de fracasos que componen nuestro destino. Siempre iremos más lejos que nuestra más secreta esperanza, sólo que en sentido inverso, siguiendo la senda de los que cantan sobre las cataratas, de los que miden su propio engaño con la sabia medida del uso y del olvido.
                                                                      Caravansary
                                                                         Álvaro Mutis










Anotaciones de Ismael Da Silva alrededor de su estadía en la isla. El informe presenta irregularidades, frases inconexas o incompletas, fragmentos en algunas partes. Hay pocas reminiscencias de su pasado o juventud, sus actividades. Son, esencialmente, notas y reflexiones, apuntes sobre el lugar en donde vivió en sus afanes de nómada; sobre sus pobladores, animales, cultura. He tratado de darle un orden cronológico, apenas adivinando. Lo conservo conmigo desde su llegada al Finesterre. Me refiero al a sus transmisiones; desconocemos el paradero de los demás documentos en que realizó grabaciones. De Da Silva, informé claramente a mis superiores, no sabemos nada desde su salida de El Dorado.















Domingo
Hacia el final de la tarde, después del infierno del mediodía, Ismael Da Silva emprendió el viaje. De nuevo los desiertos, el imperio del cactus, los estragos de la resolana. Intentaba cubrirse con un sombrero de paja, y pisar lentamente para no desgastar más las alpargatas. Tenía sed. El mediodía lo recibió cercano a un riachuelo, más el frescor de la lengua desaparecía en cada cruce de caminos. ¿Cuál era este de los viajes? ¿El de los largos caminos? ¿El de la Piragua por el gran río de los caimanes y las babas? ¿El de las altas montañas? ¿El viaje de los bosques de pinos? Probablemente el mismo que lleva haciendo desde la destrucción de la tercera Santiago. Lo asaltaban recuerdos como ráfagas: una mujer en una pantalla, el dolor de un hijo, la carne de Leonor, una navaja. La luna se asomaba menguante, ya en una esquina del cielo, transparente y callada. Era poco lo que quedaba de la tarde. Al llegar a las playas, pudo tomar algunas uvas en sus ramas. Estaban agrias, pero las engulló. Vio, lejana, la isla. Desierta, como carne desmembrada y sin piel. Como espalda con latigazos. Un gran cerro, lejos, rodeado de mar. Unas horas después, encendieron el Faro. Buena señal. La luz iluminaba buena parte de este lado de la bahía. Salió a dar una vuelta por los alrededores de la playa, teniendo cuidado, con la mano izquierda en la vaina del machete. Recorrió dos antiguos fuertes, los exploró buscando agua y solo encontró huesos, tinajas, retratos. Encontró una sala de máquinas, pero apenas funcionaba. Intentó conectarse a algunas de las redes, pero fue imposible. Desarmó un ordenador, un mamotreto de hace más de 15 años, y tomó algunas piezas guardándolas en su bolso. Faltan pocas, pensó. Siguió andando hasta llegar a una pequeña plaza y ahí descansó. Pasó la noche acostado a la sombra del busto viejo de un poeta. Este también murió en el exilio. ¿Sería antes de la orden dada a las Repúblicas? Quizás fue un pionero, uno de aquellos que nunca supo lo que vendría. Alguien anterior al final.
Debo llegar a esa isla, pensó. Esperaría la mañana. Se encaramó en una parabanda, e intentó dar cuerda al viejo reloj del Templo. Giraban las agujas, pero no andaban solas. Cambiar las agujas del reloj, ¿Modifica el tiempo? El mecanismo se detuvo quien sabe hace cuanto. La mecánica de las cosas, pensaba, la mecánica de las cosas hizo que todo girara: Su fuga, sus misiones, los cadáveres a su paso, el andar.  Quizás, solo el andar.